jueves, abril 16

Sobre el Amor y Dios

jueves, abril 16

16 Abril

Ella me miraba como si mirara una manada de cachorros, sabía de mis fortalezas pero prefería ganarle el pulso al niño que hay en mi. De nuevo me sonreía. Me sonreía y yo le devolvía la sonrisa como en un juego de tenis de mesa, donde siempre ganaba ella cuando yo nervioso terminaba agachando la mirada. El camarero se acercó para traernos la cuenta, ella dejó su café sobre la mesa y relamiéndose los labios me preguntó. ¿crees en Dios?. Yo dudé, la sonreí y le dije que si. ¿y en el amor?. Si, dije rápidamente. Ella volvió a sonreír, sus dientes parecían una primavera de flores blancas. Sus ojos temblaban bajo un pequeño brillo lacrimal, y sus mejillas se movían al son de tambores invisibles, alargándose cuando bebía de nuevo el café. Era feliz.

No la mentí. Creo en el amor y en Dios, pero no tengo esperanza en ellos, y no les confiaría nada, salvo una mala mirada. Como dos buenos amigos, hemos ido creciendo juntos, dándonos la mano en los momentos malos, gritándonos cuando no andaban las cosas bien y reconciliándonos tras un nuevo silencio. Pero el tiempo nos fue distanciando, nos hizo pequeños y débiles los unos frente a los otros. No tengo esperanza en ellos, como ellos perdieron la esperanza en mi el día que fallé a la primera chica o el día en que mi maldad le ganó la partida a una decisión buena. Ahora éramos extraños que se cruzaban por la calle y evitaban saludarse o se cruzaban de acera, extraños que se recuerdan en fotos, paisajes o una canción. Algunas veces de nuevo, como traídos por un viento o una broma, los recuerdos del amor venían de nuevo, en la comisura de una nueva chica, o en un sueño donde ella me miraba despacio, como acariciándome con sus pupilas. A veces parecía que de nuevo, al ayudar a un amigo, o tener paciencia, Dios aparecía y yo me iba de copas con él y hablábamos de un mundo mejor. Pero eran solo ilusiones de una felicidad pasada. No importa, soy feliz y en otros fuegos encontré el calor que necesitaba, en otros paisajes mis estatuas de sal.

Esto no es un blog, es una lagrima.

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